El concepto de un medidor de flujo electromagnético (EMF) ha existido durante décadas. Sus primeras aplicaciones se utilizaron para medir las tasas de flujo sanguíneo. Ahora, esta tecnología se está utilizando para medir los caudales de muchos líquidos, incluido el aire, los líquidos en tanques y los líquidos en los sistemas de tuberías. Estos son algunos de los beneficios de los caudalímetros EMF.
En los caudalímetros de electrolitos se utilizan tubos de medición eléctricamente aislantes, normalmente de acero inoxidable. La elección del material del revestimiento depende del tipo de líquido y del tipo de electrolito. Los electrolitos van desde lodos hasta melazas, mezclas químicamente agresivas y metal fundido. El umbral de conductividad del electrolito puede ser tan bajo como cinco micro-Siemens/cm, aunque algunos fabricantes afirman que es aún más bajo. Los electrolitos se ven afectados por el flujo del fluido y la densidad del fluido.
Los caudalímetros electromagnéticos pueden detectar el caudal de una variedad de líquidos, incluidos fluidos espesos, fluidos viscosos y líquidos multifásicos. También son excelentes para medir el caudal de fluidos abrasivos o sucios. Los caudalímetros magnéticos son fáciles de instalar y mantener y también son compatibles con muchos tamaños de tubería. Estos dispositivos versátiles son perfectos para una amplia variedad de aplicaciones, que incluyen pulpa, alimentos y lechada.
La principal diferencia entre estos medidores y otros medidores de flujo magnéticos es la falta de complejidad. A diferencia de sus contrapartes magnéticas, los medidores de flujo magnéticos se componen de solo dos componentes básicos: el transmisor y el sensor. Esto asegura que las mediciones magnéticas sean precisas al milímetro. Pueden medir flujos de líquido en cualquier dirección, aunque al invertir la dirección cambia la polaridad de la señal. En este caso, sin embargo, la intensidad magnética de la señal de flujo cae a cero.